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El kitesurf le cambió la vida a un niño wayú, y a su comunidad en Colombia

Vinieron de todas partes del mundo a esta zona remota de la costa caribeña de Colombia. Dos llegaron desde India. Dos viajaron desde Suiza. Uno desde Países Bajos. Otro desde Seattle. Todos querían aprender de Beto Gómez, un kitesurfista profesional, en el lugar donde aprendió por primera vez a practicar ese deporte.

La península de La Guajira es ideal para el kitesurfing. En el cabo de La Vela, la localidad donde nació Gómez, con casi 1000 residentes y terreno desértico, la temporada de vientos dura nueve meses y las olas son planas.

Es por eso que durante cinco días de este año, varios kitesurfistas aficionados —atraídos por las redes sociales de Gómez y las competiciones transmitidas en línea— viajaron a esa zona para recibir sus clases.

“En India, lo apoyamos mucho”, dijo Shyam Rao, de 33 años, quien viajó con su esposa.

El kitesurfing, que utiliza una cometa de tracción para impulsar a una persona por el agua y el aire, no es nativo de esta parte del mundo o de los wayú, la comunidad indígena más numerosa de Colombia, la cual gobierna la región.

El deporte llegó al cabo de La Vela hace casi dos décadas gracias a visitantes extranjeros, o arijuna, un término en la lengua indígena wayú que también se refiere a colombianos que no pertenecen a la etnia.

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